Ha sido una norma de la Humanidad que los padres debían ocuparse de sus hijos cuando éstos eran pequeños y, en justa reciprocidad, éstos debían ocuparse de los padres cuando la ancianidad los hacía desvalidos y dependientes.
En las últimas décadas, en el civilizado Occidente, hemos vivido una transformación social radical que, desde la Modernidad nos ha conducido a la “Postmodernidad”, que presenta como una de sus notas más características “el individualismo”.
Cada persona se concibe ahora como un proyecto autónomo, que no tiene por qué supeditarse a ningún colectivo o grupo social o familiar.
La constatación de esta realidad hace que los padres que ya hemos cumplido los cuarenta años enfrentemos nuestro futuro de manera muy distinta a como lo hicieron nuestros padres.
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