En el año 800, Carlomagno soñó con
un territorio unido bajo su corona llamado Europa.
Poco después, en el año 813,
aparecía en el extremo más occidental del mundo entonces conocido, el cuerpo de
Santiago Apóstol.
A mediados del Siglo IX la
peregrinación a Compostela comienza a hacerse visible alcanzando su culmen en
los Siglos XII y XIII. Entonces los peregrinos se cuentan ya por cientos de
miles.
La mezcla de gentes alcanzó cotas
extraordinarias.
Ello abrió los ojos de los siervos y
de los Señores.
Ante los ojos de los siervos
apareció un universo de información. Los peregrinos, venidos los más de ellos
de Centroeuropa, enseñaron a los pobladores del Camino, sus costumbres, sus
ideas, sus ropas, su idioma, su arte, sus canciones y, a su vez, éstos se
enriquecieron con las enseñanzas de las gentes del Camino y las llevaron a sus
territorios de origen.
El Camino de Santiago fue “El
Erasmus de la Edad Media”.
Por su parte, los Señores, civiles y
eclesiásticos, vieron en este vigoroso torrente una oportunidad espiritual y
material.
El común interés les llevó a aunar
sus fuerzas en un empeño protector del peregrino.
Puede decirse, en base a lo
anteriormente expuesto, que “Europa se hizo caminando” y “Europa se hizo
protegiendo al caminante”.
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